viernes, 4 de diciembre de 2009

El origen de los Toros de Dólar. Parte 2


COMENTARIO
Por Ricardo Ruiz Pérez. Fotografía: David Lorente

El verano de 1764 debió ser prolijo en tormentas con gran aparato eléctrico y potentes granizadas. Como se sabe, estos fenómenos estivales son muy localizados y súbitos, afectando, cuando se producen, a zonas reducidas.
Los cereales y los sembrados de las vegas de muchos pueblos de la provincia y comarca se vieron intermitentemente esquilmados, lo que entonces significaba hambre y ruina. Sin embargo, los campos de Dólar se iban librando de la calamidad.
Probablemente, el párroco de nuestro pueblo, don Francisco Zazo, haría ver a los vecinos desde el púlpito de la iglesia que tras ello estaba la mano de San Andrés. Pero como la amenaza persistía, ya que no cesaban las tormentas, el cura exhortaría al vecindario a incrementar los ruegos al Patrón, para que siguiese librando a su pueblo de las granizadas, al tiempo que todos hacían la promesa de intensificar los festejos en su honor, pues, por lo visto, llevaban varios años un tanto apagados. La promesa incluía dedicarle mayor devoción y, entre los festejos, la realización de comedias y regocijo de toros.
Las peticiones, actos piadosos e invocaciones continuarían durante el tiempo que duraron las tormentas, hasta que, finalmente, pasó la racha, que no afectó a Dólar, pues, como se ha visto, se "experimentó no haber hecho el menor daño en las siembras, ni cosa alguna en los campos y población". Tras ello, el pueblo se prestó a cumplir la promesa.
Para tal fin, en noviembre de 1764 se desplazó a Granada una comisión formada por el cura y dos regidores (concejales), para solicitar al presidente de la Chancillería licencia para lidiar toros. En la ciudad hicieron el escrito que hemos trascrito y, seguramente, esperarían allí mismo a obtener la respuesta. Antes nunca se habían hecho toros en Dólar, pues, de ser así no hubiese sido necesario pedir nueva licencia o, en cualquier caso, se habría hecho constar en la instancia.
Esta claro que fue una promesa comunitaria de toda la vecindad, dirigida por el bueno de don Francisco Zazo, que era natural de Dólar (el apellido Zazo, hoy perdido, era corriente en el pueblo) y muy querido por su feligresía, como hemos constatado por otros documentos. En prueba de esta estima, los vecinos le labraban de balde algunas propiedades que había heredado de sus antepasados. Así mismo, debió ser muy aficionado a los toros.
Las limosnas a que se refiere el documento no son otra cosa que una colecta colectiva para financiar el festejo y dedicar el beneficio restante a intensificar el ornato y las pompas festivas del Patrón que, no hay duda, fueron desde entonces mucho más solemnes y sentidas.

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